lunes, 6 de septiembre de 2010


Faltaba un día para que acabara la primera semana de prueba, y Ricardito veía que la situación estaba complicada. Así que sentó a Rumbo sobre las baldosas del patio y le dijo:

- Mirá Rumbo, la cosa está difícil. La cuenta del kiosquero está en rojo, los vecinos están enojadísimos con vos, y papá en cualquier momento pierde la paciencia. – el elefante lo miraba con los ojos fijos y la trompa baja. No decía nada, pero escuchaba atentamente las palabras del chico. Cuando Ricardito terminó, se oyó una especie de trueno y de repente, como si se hubiera largado una tormenta le empezaron a caer salpicaduras inmensas de agua salada. Tardó un rato en entender que Rumbo estaba llorando, y más todavía en lograr calmarlo. Le sonó la nariz con una sábana y le contó un cuento para que se durmiera.